sábado, 6 de agosto de 2011

UNIDAD II: Ética y oportunidades de negocio


INDICE 
2 Ética y oportunidad de negocio. ………………………………………………..       13
2.1 Preocupaciones éticas en el  mercado. ……………………………………..      14
   2.1.1 Proceso de la reflexión Ética.. ……………………………………………...      16
   2.1.2 Ética de los sistemas. …………………………………………………………      17
 2.2 El esfuerzo y el éxito. ……………………………………………………………...     17
2.3 Diferencias entre trabajo y empleo. …………………………………………..      18
2.4 La Ética empresarial. ……………………………………………………………..       21
2.5 Cuando la lealtad tiene un precio..……………………………………………      22 



2 Ética y oportunidad de negocio.

En el mundo empresarial, o particularmente en la realización de un negocio, la aplicaciòn de una estrategia, la omición de informaciòn relevante o la desinformaciòn, puede ser beneficiosa económicamente. En efecto, se podría decir que un negocio ha sido bueno no solo porque se han beneficiado ambas partes sino porque uno ha sacado mayor provecho(desde el punto de vista de éste último). Se podría establecer que un negocio bueno en el sentido moral, es un mal negocio en el sentido económico, ya que en el sentido moral se busca un acuerdo beneficioso sincero para ambas partes, y en el sentido económico se busca sacar una ventaja desde el punto de vista de la espectativa (ó a veces directamente a costa de la ingenuidad o ignorancia de la otra parte). Se plantea que la ética no es un ingrediente para triunfar en los negocios, pero equivocadamente, ya que los negocios se hacen a través de personas (el factor humano),y por lo mismo sería un error llevar la interacción estrictamente al enfoque del beneficio provechoso para el más fuerte (en este caso la negociación se trata como el campo de batalla).Se recuerda que la fórmula de éxito debe ser "win-win", es decir, aquellos negocios realizados por conveniencia mutua basada en complementos beneficiosos para ambos. De lo contrario, se encontraría latente el ánimo de sacar ventajas favorables personales. En estos casos se verificaría que el comportamiento inmoral convertido en norma (aceptación general) se hace un elemento de difusión. El hacer honradamente el propio trabajo es una de las exigencias radicales del hombre en cualquier cultura. En el campo de la competencia en la cual la empresa se encuentra inserto, tampoco aplica la estrìcta visiòn ètica. Por el contrario, la competencia es cruda y para lograr èxito se construyen sofisticadas estrategias de impacto. Esto es una actuaciòn de guerra, donde la mente del consumidor es el campo de batalla. Para muchos, esta batalla no podría ser sobrellevada bajo un sentido ètico, sin embargo, es imposible separar los negocios y los valores, como si ambos permanecieran a mundos diferentes, porque la ética pertenece a la misma realidad por cuanto es una dimensión de toda actividad humana. La búsqueda de la rentabilidad no consiste en oponerse a la ética, pues existes cualidades gracias a las que se trabaja más y mejor; y porque hay varias otras dimensiones de la vida que suponen límites a la rentabilidad, ej.: "las normas son buenas para todos, aunque en un momento particular no me favorezcan". Es decir, la respuesta a esta pregunta podría ser "ni solo, ni siempre". Las consideraciones éticas suponen el elemento de racionalidad en los análisis empresariales. La ética resulta ser una dimensión inexorable de la actividad humana y empresarial.

2.1 Preocupaciones éticas en el  mercado.

Desde hace algunos años, sin embargo, prevalece una visión de los negocios desde un punto de vista mucho más social. La empresa, su simple existencia, ya es algo beneficioso para la sociedad. No sólo porque su finalidad es satisfacer las necesidades del mercado, aunque satisfaciendo las suyas propias lucrativas, sino porque genera empleo y paga impuestos, en definitiva, es la más importante fuente generadora de la riqueza de un país. Ya no es esa organización cerrada y únicamente enfocada a los clientes y al balance, sino una actividad estrechamente unida al bienestar de cada ciudadano. Ha desaparecido o se ha atemperado sensiblemente el mito de la empresa como ente sin alma o el de la maldad congénita de los negocios. En el contexto descrito nace la ética de la empresa como una de las denominadas éticas aplicadas, como consecuencia de la preocupación en remoralizar la sociedad.
 Hoy en día afortunadamente hablar de ética  de la empresa sigue de moda. Los filósofos, los empresarios, los accionistas, las organizaciones internacionales, los gobiernos de los estados, los economistas, todo el mundo se interesa por la aplicación de determinados principios éticos en el mercado. Y seguirá siendo un tema estudiado en el futuro, como lo asegura el hecho de que en todas las universidades que han elaborado o van a elaborar sus nuevos planes de estudios del área de la economía o afines, tanto en el  grado como en el postgrado, hayan introducido o vayan a introducir, en la mayoría de los casos además con carácter obligatorio, una asignatura sobre ética empresarial. La ética de los negocios surge en cierto sentido como una revolución, puesto que es la respuesta a una demanda social, de los ciudadanos, no de los dirigentes. Sin embargo, en la empresa, al igual que en cualquier otra organización, la única forma posible de que los valores sean compartidos y se institucionalicen, es cuando existen líderes que determinen los valores y comportamiento de toda la organización. De ahí que resulte fundamental el compromiso de los ejecutivos para que la empresa y los negocios tengan en cuenta los valores éticos, para que éstos constituyan el carácter de la empresa.  De  esta  forma,  será  factible que todos los miembros de la organización puedan actuar éticamente, sin necesidad de tener que asumir el papel de héroes.
Afortunadamente, hoy en día, como decíamos anteriormente, la ética interesa no sólo a los filósofos, sino también a los economistas, a los juristas y a los consumidores, lo que implica la aceptación de la idea de que si bien la finalidad de los negocios es el lucro, no es incompatible con una regulación de la actividad en el mercado que evite comportamientos no éticos. Y esto es así porque la ética es rentable para las empresas. No nos referimos a que invertir en negocios éticos produzca más beneficios.
De hecho, han existido y existen fondos de inversión que, por razones éticas, excluían de sus inversiones a negocios o empresas determinadas, y no demostraron que su rentabilidad fuera superior al resto de fondos.

Desde luego, tiene lógica pensar que cuando una empresa lleva una política empresarial ética su gestión será  buena y, consiguientemente, las probabilidades de que el valor de sus acciones caiga de forma significativa, por pérdida de reputación, o toma de decisiones empresariales equivocadas, son mucho menores. Por ello existen analistas que recomiendan a sus inversores sólo empresas social y éticamente responsables

En la actualidad la rentabilidad de la empresa ética radica en la confianza que genera tanto en el ámbito interno de la empresa, es decir, sus trabajadores son más conscientes de estar realizando una labor positiva para la comunidad, contribuyendo a su progreso y bienestar; como para los consumidores, o si se prefiere, desde un punto de vista más puramente mercantilista, para los clientes, cuyo numero potencial aumenta de esta forma. De ahí que muchas empresas destinen parte de sus beneficios, siquiera de forma testimonial, a patrocinar o subvencionar ONGS o actividades benéficas, asistenciales o de tipo cultural, no lucrativas y a dar a conocer al público en general que realizan actuaciones de ese tipo.
Ciertamente, no es este modelo de comportamiento ético efectista e interesado el ideal, pero si merece la pena citarlo para demostrar los beneficios que en todo caso conlleva una mayor o menor asunción de comportamientos éticos en el mercado. En cualquier caso, y aunque se hagan esfuerzos en encontrarle rentabilidad al comportamiento ético empresarial, en el fondo la mejor defensa de la ética en los negocios, la que se establece sobre bases más sólidas, es sin duda el convencimiento personal de que los seres humanos deben tener un comportamiento ético, independientemente de cual sea el resultado o consecuencias económicas del mismo. Como decía Santo Tomás, el premio de la virtud es el honor ,por más que la defensa de los beneficios empresariales de la ética sea extremadamente útil para convencer a quienes no comparten esta idea.

La ética de los negocios debe ser una ética de las personas, porque, como decíamos, al fin y al cabo, los comportamientos éticos dependen de las personas. Pero tales comportamientos deben transmitirse e imbuir a las organizaciones. Debe, por otra parte, estar enfocada hacia resultados palpables, pues de lo contrario estaríamos ante un conjunto de grandes y buenas ideas, pero etéreas y sin funcionalidad alguna. No obstante, no debe centrarse únicamente en el resultado, sino que para que sea una actuación permanente, una manera de entender las actividades que los diferentes agentes económicos realizan en el mercado, debe estar basada en el convencimiento. Y, por último, tiene que tener en cuenta a todos los afectados por la actividad económica, cuestión que trataremos en el siguiente apartado.





2.1.1 Proceso de la reflexión Etica.

Hace sólo unos años, bastaba con operar en el mercado para que una empresa fuera aceptada por sus stakeholders, pero ya no es asumible. La confianza del consumidor se ha deteriorado por los gravísimos escándalos de corrupción y vacío moral que en los últimos años han asolado a sectores económicos como el financiero (Bearn Stearns, Lehman Brothers, Madoff), el energético (Enron), las telecomunicaciones (Worldcom), el automóvil (Toyota), la tecnología (Siemens), etc.

Es nuestra responsabilidad promover una gestión inteligente, proactiva, de la reputación de la empresa, basada en una profunda reflexión ética e integración de valores sociales aceptados. Es un asunto de extrema importancia, ya que afecta a la supervivencia del modelo empresarial que conocemos.

Diversas investigaciones han mostrado que las compañías con una excelente reputación obtienen una tasa de rentabilidad mayor que la media. Un 1% de cambio en la medida de la reputación puede equivaler a un 3% de cambio en el valor del mercado.

La sabiduría ética para saber gestionar la reputación y sus riesgos asociados se ha convertido en un elemento diferenciador clave para las empresas al finalizar está primera década del siglo XXI.

La gestión de la reputación empresarial es, y será, esencial para sobrevivir en los mercados. Porque permitirá a las empresas y organizaciones:

§  Asegurar la gestión ética de todo el proceso productivo.
§  Diferenciar sus marcas en medio de la epidemia de “infoesclerosis” de los nuevos soportes y redes de comunicación universales.
§  Minimizar los riesgos operacionales y corporativos.
§  Reducir los costos productivos y de gestión de los intangibles.
§  Atraer a los inversores que buscan empresas orientadas a la gestión del beneficio de forma ética y responsable.
§  Retener a los mejores talentos profesionales.
§  Trabajar con los mejores socios y proveedores.
§  Innovar, encontrar procesos más eficaces de hacer mejor las cosas.
§  Conquistar y fidelizar a los mejores clientes.
§  Asegurar el capital financiero y humano.
§  Ser reconocidos y aceptados en su justa medida por la sociedad.
§  Ser la primera opción por la fiabilidad de sus productos y servicios.
§  Ser competitivos, rentables, flexibles en base a una gestión guiada por la ética de los valores que la sociedad nos demanda y exige.

“La ética económica es un factor indispensable para el desarrollo de las economías del mundo”.




  2.1.2 Ética de los sistemas.

La Ética estudia la forma de transparentar y idoneizar los métodos que son utilizados para transformar la información, los mecanismos que permiten realizar las transformaciones, la valoración de los modos de comunicación más apropiados entre las personas y los que hacen de la información su filosofía de vida.
La informática como recurso, fundado en la lógica y las matemáticas debe estar sustentada en lo religioso, lo ético y lo económico, produciendo una escala de valores de hechos y formas de comunicación dentro de una sociedad democrática.
Actualmente, los flujos de información o fuentes, como redes informatizadas y medios de radiodifusión, han trastocado los valores naturales, y actúan en forma deficitaria cuando deben responder a los principios éticos y morales naturales de la vida.
El peligro que ello significa, no solo pasa por la transformación o modernización de los sistemas de información, pasa porque no se ha respetado al ser humano en sí, con sus defectos y virtudes y se ha permitido ir chocando contra la ley natural de la vida.
Este enorme cambio tecnológico que se ha producido en el mundo y que nos cuesta adaptarnos a el, no ha tenido en cuenta las necesidades principales del ser, y esta destruyendo en forma avanzada a las generaciones que se deben adoptar a ella.
Los problemas que plantea la difusión acelerada de la información no son en esencia diferentes a los que plantea el desarrollo de toda ciencia. Son problemas morales que han ido sumergiendo a una sociedad en una profunda corrupción; debido a las políticas neoconservadoras y poco claras que han tapado la transparencia y la honestidad de las antiguas generaciones.
Por lo tanto, ¿Cómo llegará el hombre a mantener su integridad frente a este shock de futuro?, es la cuestión a la que haremos referencia y debemos entender que los medios de comunicación son las que proveen al ser humano de información permanentemente para que el mínimo evalúe conforme a su conciencia.
Por eso los medios de comunicación son imprescindibles para la existencia y el desarrollo de la vida social, pero en una sociedad mediatizada es necesario velar para que cumplan con sus genuinos objetivos, haciendo posible la libertad de expresión con el derecho a una información veraz y ética.

2.2 El esfuerzo y el éxito.

Los conceptos que normalmente se manejan en el mundo empresarial tienen connotaciones intangibles y diversas según el concepto que cada uno tiene (el éxito puede ser entendido por unos como la obtención de mejores participaciones de mercados, o de mayor rentabilidad o de prestigio, etc.), por lo tanto no se pueden juzgar como verdaderos o convenientes desde la perspectiva de lo cuantificable. Muchas veces connotamos al éxito en forma excluyente del que no lo tiene. Se podría decir que su obtención logra significado en cuanto otros no lo logran. En materia ética dentro del mercado empresarial, no se debe buscar el éxito impidiendo o buscando que otros lo logren también.


2.3 Diferencias entre trabajo y empleo.

Cuando hacemos referencia a algunas palabras, acostumbramos hacerlo en el modo de sustantivo, es decir, como si estuviera conjugado el verbo en primera persona del singular. Por ello, decimos “trabajo” y “empleo”, no “trabajar” y “emplear”.

Hoy voy a tratar de referirme a una pequeña, mínima distinción entre trabajo y empleo, que acostumbramos usar como sinónimos pero que si los analizamos con detenimiento, podremos darnos cuenta de que esa diferencia influye de manera sustancial en nuestra propia vida como país, en los efectos que produce en la sociedad y la gravedad de lo que resulta de confundir dos palabras que, a veces, se usan como sinónimos.

Revisando la página de internet de la Real Academia Española de la Lengua, encontramos las siguientes definiciones:
 trabajar: intr. Ocuparse en cualquier actividad física o intelectual
emplear:  Ocupar a alguien, encargándole un negocio, comisión o puesto

En ambos casos, hemos tomado sólo la primera acepción que aparece y ahora trataré de ubicarlo en términos de más fácil comprensión.

Por trabajo se debe entender la actividad humana que implique un esfuerzo, ya físico, ya intelectual, que sirva a diversos propósitos. Básicamente, a sacar la vida adelante. Trabaja el niño en aprender a caminar; trabaja el niño y de manera muy formal, en jugar; trabaja el estudiante, tanto para asistir a clases como en hacer sus deberes y transportarse a la escuela; trabaja el ama de casa que se encarga de preparar todo lo necesario para que los retoños y el marido tengan listo lo que requieren para sus actividades diarias, como también trabaja la mujer que vende en casa productos por catálogo, que vende puerta por puerta diversas mercaderías con el pomposo título de “asociada en ventas”; trabaja el hombre que vende tacos en la calle, como el profesionista independiente que tiene su propio despacho, bufete, consultorio u oficina; trabajan también, la mujer que se dedica a la vida galante y algunos caballeros que siguen los mismos afanes; como también lo hace el adulto mayor, en plenitud o “viejito” que hace un esfuerzo físico para seguir la vida.

Sin embargo, ninguno de ellos tiene un empleo formal, de esos que presumen los gobernantes y que registran las instituciones de seguridad social.

Tener un empleo, de esos que se contabilizan, de los que se inscriben en las estadísticas, de los que proporcionan una cierta seguridad, es cosa muy distinta.

Un empleo formal, implica que alguien, persona física o moral, lo busque a Usted, para encargarle realice o desempeñe un negocio, comisión o puesto, en el que Usted tendrá sólo una serie muy limitada de atribuciones, un muy limitado catálogo de obligaciones y tendrá además, una serie de prerrogativas, prebendas y canonjías que sólo a los empleados corresponden.

El patrón, por su parte, por cada empleo que vaya creando, va creando una serie de compromisos que son maravillosos para el empleado, pero que en modo alguno son tan amplios como la vida actual requiere.

El empleado, es decir, quien tenga un empleo formal, tendrá acceso y derecho a prestaciones de seguridad social, a vacaciones, a aguinaldo, a horas extras, a una posible pensión o jubilación, a una “ayuda en caso de matrimonio”, cuando lo cierto es que, creo, deberían cobrarles. Valga eso como un pequeño chascarrillo, como un desahogo de quien tiene más de veinte años en esa situación.

Pero ahora sí, de manera formal, lo invito a que reflexionemos juntos. No todos los que trabajan tienen un empleo formal ni todos los que gozan de un empleo formal, trabajan.

Usted y yo hemos visto a más de uno, personas con un empleo formal, que acuden a sus centros de labores y sólo eso hacen, pues en toda la jornada no dan golpe, ni producen nada, ni hacen absolutamente nada. Sin embargo, tienen las prestaciones descritas y hasta más. Alegan que por el sólo hecho de ir a la oficina, ya tienen ganado el salario.

Eso, sucede lo mismo en el ámbito gubernamental que en el sector privado. En uno y otro, vemos personas que acuden a las oficinas sólo para estar presentes todo el día, a veces, hasta con horas extras, sin hacer nada, es decir, sin trabajar.

Y lo más triste e interesante, es que en nuestro México, la ley que protege a los que tienen un empleo se llama, formalmente, “Ley Federal del Trabajo”. Fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el 01 de abril de 1970 para entrar en vigor el 01 de mayo del mismo año, con excepción de algunos artículos que tuvieron diferente fecha de inicio de vigencia.

Es decir, para regular los empleos, se recurre a la Ley Federal del Trabajo. ¿Y para regular a los trabajadores? No existe ley alguna.

Los que saben de eso, dividen a la totalidad de la población de los países en “población económica activa” y los que no lo son. En México, si quitamos a los niños, a los estudiantes, a los adultos mayores, a los que tengan alguna discapacidad, a algunos otros grupos, lo que de por sí es etiquetar a la gente, nos quedan más o menos 45 millones de personas en edad de tener un empleo formal, es decir, nuestra población “económicamente activa” es de aproximadamente 45 millones de personas.

La cifra mágica que señala qué tantos empleos existen en el país, es la que proporciona, según algún genio de nuestro gobierno, el Instituto Mexicano del Seguro Social, supuestamente la única entidad encargada de proporcionar seguridad social en nuestra patria.

Para ellos, sólo alrededor de 13 o 14 millones de mexicanos tienen un empleo formal, es decir, de los que se registran y tienen las prestaciones “de ley”, y a los demás millones, podría decirse que de flojos e improductivos no los bajan.

Se les olvida incluir en la población que tiene un empleo formal, a aquellos que están registrados en algún otro de los múltiples sistemas de seguridad social que coexisten en México: Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, según aparece en su página de internet; los de Luz y Fuerza del Centro, los de Comisión Federal de Electricidad; los de las Fuerzas Armadas; los de las Universidades Públicas, que son aproximadamente 38; los de los Gobiernos Estatales, que se manejan aparte de los federales; los de los municipios, cuando menos, los de los más pudientes del país; los de diversos organismos públicos descentralizados, tanto del Gobierno Federal como de los Gobiernos Estatales y algunos otros sistemas que de momento se me escapan.

Si Usted algo ha visto de esto, ha de saber que la antigüedad en el empleo de uno de los sistemas no la puede arrastrar a otro, por lo que está condenado a permanecer en un “empleo formal” hasta que obtenga la jubilación, considerada por algunos tratadistas “la reyna de las prestaciones laborales”. De ahí que si Usted logra ingresar a alguno de esos “empleos”, haga hasta lo imposible por no perderlo, incluyendo no “hacer olas” cuando vea que las cosas van mal, pues lo pueden despedir, con lo que terminaría su estabilidad en el empleo, no en el trabajo.

La estabilidad y seguridad en el trabajo la tenemos desde el nacimiento, pues todos estamos sujetos a realizar esfuerzo, ya físico, ya intelectual, para conseguir lo que deseamos, incluyendo el llanto del bebé para conseguir alimento; la rebeldía del joven para lograr el permiso (me costó mucho trabajo convencer a mis papás de que me dejaran ir al baile); el “quehacer” del ama de casa para tener todo en orden; los afanes del obrero por conseguir “trabajo” en la obra o en el campo; el sufrimiento del profesionista por conseguir “un trabajo” en su oficina, que le permita llevar alimento a su casa; en suma, esa estabilidad la tenemos todos, que siempre estamos trabajando para sacar la vida adelante.

El hecho de etiquetar a los que tienen un empleo formal como los únicos productivos del país, hace que el ingreso per cápita de quien tiene el empleo formal se deba diluir entre los “dependientes económicos”, cuando a veces, esos “dependientes económicos” que no tienen un empleo formal, obtienen mejores y mayores ingresos que el propio asalariado.

Imagínese Usted, una casa en la que el padre de familia tenga un empleo formal, ya público, ya privado, el que Usted quiera, con jornada de ocho horas, derecho a vacaciones, aguinaldo y todo lo descrito. Que tenga una esposa que venda productos de diversas clases, trastes, zapatos, colchas y demás y que gane más que él; unos hijos que salgan a trabajar en el Taxi del que el padre de familia es propietario y que usa sólo los fines de semana, “para completar”, pero que los muchachos trabajan toda la semana cuando no están en la escuela y ganan más que el padre en el empleo formal; en suma muchos ejemplos y todos los que a Usted se le puedan ocurrir, que ganen más que el salario del empleo formal que crece a un ritmo del 4 por ciento al año, cuando las cosas suben un 40 por ciento.

No existe ley que los proteja ni mecanismo alguno que les ayude a progresar.

Eso sí, a los del empleo formal, “clientes cautivos de Hacienda”, les dejan caer todo el peso de la ley a la hora de calcular impuestos.

Inclusive, algunos cuantos, que tratan de ser honrados y querer a su país, van y se dan de alta como comisionistas, como profesionistas independientes, como prestadores de servicios, como muchas otras cosas más, sin derecho a nada pero sí, con toda la carga impositiva como si fueran grandes empresas con ejércitos de contadores y abogados para eludir, que no evadir, el pago de impuestos.


2.4 La Ética empresarial.
En el mundo empresarial, o particularmente en la realización de un negocio, la aplicaciòn de una estrategia, la omición de informaciòn relevante o la desinformaciòn, puede ser beneficiosa económicamente. En efecto, se podría decir que un negocio ha sido bueno no solo porque se han beneficiado ambas partes sino porque uno ha sacado mayor provecho(desde el punto de vista de éste último). Se podría establecer que un negocio bueno en el sentido moral, es un mal negocio en el sentido económico, ya que en el sentido moral se busca un acuerdo beneficioso sincero para ambas partes, y en el sentido económico se busca sacar una ventaja desde el punto de vista de la espectativa (ó a veces directamente a costa de la ingenuidad o ignorancia de la otra parte). Se plantea que la ética no es un ingrediente para triunfar en los negocios, pero equivocadamente, ya que los negocios se hacen a través de personas (el factor humano),y por lo mismo sería un error llevar la interacción estrictamente al enfoque del beneficio provechoso para el más fuerte (en este caso la negociación se trata como el campo de batalla).Se recuerda que la fórmula de éxito debe ser "win-win", es decir, aquellos negocios realizados por conveniencia mutua basada en complementos beneficiosos para ambos. De lo contrario, se encontraría latente el ánimo de sacar ventajas favorables personales. En estos casos se verificaría que el comportamiento inmoral convertido en norma (aceptación general) se hace un elemento de difusión. El hacer honradamente el propio trabajo es una de las exigencias radicales del hombre en cualquier cultura. En el campo de la competencia en la cual la empresa se encuentra inserto, tampoco aplica la estrìcta visiòn ètica. Por el contrario, la competencia es cruda y para lograr èxito se construyen sofisticadas estrategias de impacto. Esto es una actuaciòn de guerra, donde la mente del consumidor es el campo de batalla. Para muchos, esta batalla no podría ser sobrellevada bajo un sentido ètico, sin embargo, es imposible separar los negocios y los valores, como si ambos permanecieran a mundos diferentes, porque la ética pertenece a la misma realidad por cuanto es una dimensión de toda actividad humana.  
Una buena actuación ética es simultáneamente una buena actuación profesional. La ética descubre en los hombres algo de más valor que la simple actuación. Para el cristiano es el reflejo, en las actuaciones humanas, de la voluntad de Dios, con el que se mantiene una relación personal, que es la oración.  
La ética empresarial es una exigencia de la persona, cualquiera sea su trabajo. La ética empresarial, supone que sus principios son los mismos de la moral general. Si genuinamente se mantiene una preocupación por los empleados (calidad y ambiente, remuneración, sentido de familia, incentivos, seguridad) proporcionándoles "dignidad y respeto", el trabajador estará feliz y motivado por producir calidad. Este estado de ánimo, sentido de felicidad, es en sí una cuestión ética. En muchas empresas inmersas en la competitividad y falta de tiempo para todo, los trabajadores son el "recurso humano". Esto puede al menos interpretarse como sujetos que no son personas sino recursos (con todas las implicaciones éticas que esto signifique). Estos recursos son atractivos en la medida que cumplan con juventud, dedicación, resultados, identificación con la empresa, esfuerzo que vaya más alla de la estricta responsabilidad, ser capaz de trabajar en equipo, ser agradables, saber de computación y tener un idioma alternativo. Mejor aun si su costo es "bajo". Una vez que este recurso se ha desgastado --y luego de haber entregado la vida a la empresa (sin olvidar que la familia también vive este proceso)--, puede ser friamente reemplazado por otro recurso joven, que sepa computación, de bajo precio,etc., etc. Este es el comportamiento de las empresas hacia los recursos humanos (personas con familias que dependen de ellos, aspiraciones, necesidades, sentido de dignidad, sueños de justicia) en la mayoría de las empresas que interactuan en un ambiente de competencia, y sin embargo existen empresas que no dudan en mencionar que las personas son uno de sus principales activos. La ética empresarial, en cuanto a tal, sin embargo, significa actuar en un ambiente que no solo procura el más alto respeto y dignidad de sus empleados (personas y nunca recurso), sino que procura que la empresa se presente frente a la sociedad de manera honrada, veraz y honesta , más idealmente en la procuración del bien social


2.5 Cuando la lealtad tiene un precio.
La lealtad representa una responsabilidad especial de promover y proteger los intereses de ciertas personas, organizaciones o afiliaciones. Este deber excede a la obligación normal de solidaridad con los demás. Algunas relaciones – matrimoniales, de empleo, o de ciudadanía-crean la expectativa de atención, fidelidad y dedicación.
Limitaciones de la lealtad – La lealtad es algo no fácilmente comprendido y no es raro que amigos, patrones, compañeros de trabajo y otros ligados a nosotros esperen que sus intereses se pongan en primer lugar, inclusive por encima de las consideraciones éticas. Sin embargo, la lealtad es un concepto recíproco y nadie tiene el derecho de pedir a otros que sacrifiquen principios éticos en el nombre de alguna relación especial. De hecho, se renuncia a cualquier exigencia de lealtad si se le asigna un precio tan alto a la conservación de la relación.
Prioridades en la Lealtad. Dado que muchos individuos y grupos exigen lealtad de nosotros, con frecuencia es imposible cumplir con todos al mismo tiempo y por ello tenemos que clasificar nuestras obligaciones de lealtad con alguna racionalidad. En el caso de nuestra vida personal, se espera que le demos la máxima lealtad a nuestra relaciones familiares y es perfectamente razonable y ético proteger los intereses de nuestros hijos, nuestros padres y nuestros cónyuges, por encima de nuestras obligaciones hacia otros menores, vecinos o compañeros de trabajo.
Salvaguarda de la Información Confidencial. La lealtad nos exige conservar la confidencialidad de cualquier dato o información que conozcamos sobre esa base.
Evitar Intereses en Conflicto. Cierto tipo de empleados y servidores públicos tienen la responsabilidad adicional de tomar todas las decisiones profesionales sobre criterios objetivos en cada caso, sin la influencia de intereses personales que contradigan lo anterior. Su meta es asegurar y conservar la confianza del público, a quien deben su lealtad definitiva.




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